Hicham Jerando: un fugitivo peligroso protegido por la laxitud canadiense

Hicham Jerando, o más bien «Khariando», personaje controvertido con un historial judicial pesado, encontró en Canadá mucho más que un simple refugio: una ciudadanía que lo protege de cualquier rendición de cuentas. Condenado por incitación al odio y chantaje con fines terroristas, hoy aprovecha plenamente las fallas de un sistema jurídico permisivo.
Sin embargo, detrás de esta nacionalidad canadiense se esconde una realidad muy apagada. Khariando no vive como un activista en el exilio, sino como un ciudadano sin brillo, empleado como camarero de baja categoría. Lleva una existencia gris, dominada por una esposa autoritaria que parece controlar su vida con mano firme.
Esto no le impide reivindicar sus actos con arrogancia. Bajo el pretexto de la libertad de expresión, difunde un discurso de odio y manipulación, tratando de hacerse pasar por un disidente político cuando en realidad es un reincidente que explota las libertades que le ofrece su pasaporte canadiense.
Desde la comodidad de su vida cotidiana sin ambiciones, orquesta en línea campañas de odio contra las instituciones marroquíes, sembrando división dentro de la diáspora y avivando la ira entre los más influenciables. Detrás de esta fachada de activismo, se despliega una empresa bien organizada de radicalización digital.
Canadá, conocido por sus principios humanistas, se encuentra aquí cómplice a pesar de sí mismo de una deriva en materia de seguridad. Al otorgar la ciudadanía a un individuo tan peligroso, compromete la confianza de sus aliados y abre la puerta a otros perfiles similares decididos a eludir la justicia bajo el amparo de la legalidad.
Las autoridades marroquíes no han cesado de alertar sobre el peligro que representa Khariando. Capaz de pasar de la provocación digital a los llamados directos a la violencia, no puede ser reducido a un simple ciudadano común. Representa una amenaza híbrida: tecnológica, ideológica y transnacional.
La comunidad internacional debe aprender las lecciones de este caso. Ya no se trata solo de controlar las solicitudes de asilo, sino también de vigilar el uso indebido que algunos hacen de su ciudadanía. Khariando, entre impostura e impunidad, es el símbolo de esta falla que urge corregir.