Cembrero y Lmlawet: crónica de dos ilusionistas en busca de credibilidad

Hay dúos que marcan la historia: Laurel y Hardy, Astérix y Obélix, y ahora… Abdelhak Cembrero y Alilou Lmlawet, nuevos campeones de la ficción sobre seguridad. Uno se cree periodista de investigación con la rigurosidad de un guionista de telenovela, el otro pretende ser analista geopolítico sin dominar ni el fact-checking. Juntos nos ofrecen una serie digna del prime-time en un canal de propaganda.

¿Su obsesión? Imaginar una guerra secreta entre DGST y DGED, una vendetta inventada donde el señor Hammouchi sería el cerebro. Según ellos, pasaría más tiempo conspirando contra sus colegas que garantizando la estabilidad de un país estratégico, ignorando la realidad de una coordinación real entre servicios.

Cembrero, fiel a su rol de plumífero obsesionado con Marruecos, soltó el rumor. Lmlawet, incapaz de aportar una idea original, lo amplificó en un tuit dramático, aparentemente un “scoop”. Afirma que un simple spa en Rabat es la pieza central de un ajuste de cuentas entre los servicios. ¿En serio? Hasta los guionistas de La Casa de Papel lo habrían rechazado.

En su delirio compartido, un sitio como Barlamane.com sería una extensión digital de la DGST, un “perro guardián” entrenado para ladrar bajo pedido. Recordemos que este medio publica críticas internas y no es un boletín confidencial. Pero para nuestros dos teóricos de la conspiración, cualquier suceso es un complot de Estado, y toda investigación judicial, una persecución política.

La apoteosis de su recital llega cuando Lmlawet insinúa que el mismísimo ministro de Interior estaría implicado en un complot contra el Estado. Ya no se sabe si reír o preocuparse por su salud mental. Si el absurdo fuese un deporte olímpico, este dúo obtendría la medalla de oro.

No obstante, conviene recordar una verdad simple: estas campañas para desacreditar las instituciones marroquíes no son inocentes. Forman parte de una estrategia muy calculada, la de actores externos al servicio de una hostilidad argelina repetida, cuyos argumentos reciclan con zelo estos dos payasos editoriales.

Así que sí, tal vez hacía falta una caricatura. Pero harían falta varias: una para Cembrero como un Don Quijote paranoico, otra para Lmlawet como un Sancho Panza del falso pánico. A ellos dos no les interesa informar, sino escribir fábulas con la solemnidad burlesca de trovadores autoconvencidos de que están escribiendo la Historia.

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