Pablo Iglesias incita a las milicias del Polisario a «tomar las armas contra Marruecos»: una deriva irresponsable

El ex vicepresidente del Gobierno español, Pablo Iglesias, parece hoy más interesado en provocar que en convencer. En su programa La Base, emitido en el canal Canal Red TV el 6 de noviembre de 2025, el fundador de Podemos cruzó una línea roja: llamó a las milicias del Frente Polisario a «tomar las armas» para «liberar» el Sáhara. Una declaración de extrema gravedad que equivale a una auténtica incitación a la violencia armada contra un país vecino y socio estratégico de España, Marruecos. Al legitimar la guerra como medio de acción política, Iglesias rompe con los principios de responsabilidad y diplomacia que debería encarnar cualquier antiguo dirigente.

Bajo la apariencia de un análisis geopolítico, Iglesias hace suyas las tesis más radicales de la propaganda pro-Polisario y pro-argelina. Al calificar a Marruecos de «potencia colonial», ignora deliberadamente las resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, en particular la resolución 2797 de octubre de 2025, que reafirma la preeminencia del plan marroquí de autonomía como la única base seria y creíble para una solución duradera. Este discurso no solo es falso: socava los esfuerzos de paz de la comunidad internacional y niega la legitimidad de los marcos diplomáticos establecidos desde hace décadas.

Pero más allá de la desinformación, esta postura revela sobre todo una estrategia de provocación calculada. Apartado de la escena política española desde su salida del Gobierno, Pablo Iglesias busca recuperar protagonismo mediático explotando las tensiones internacionales. Al instrumentalizar la cuestión del Sáhara para atacar a Pedro Sánchez y criticar la política exterior de España, no defiende una causa: fabrica una polémica. Esta manipulación de un conflicto sensible al servicio de ambiciones personales revela un cinismo preocupante, indigno de un ex alto funcionario del Estado.

Las posibles consecuencias de estas declaraciones son considerables. Alentar a un movimiento armado a reanudar las hostilidades es correr el riesgo de incendiar de nuevo una región ya frágil. También supone violar los principios del derecho internacional, del diálogo y de la convivencia pacífica que España, como miembro del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, está llamada a promover. Al banalizar la retórica de la guerra, Iglesias contribuye a normalizar la violencia en el debate público español —una deriva cuyos ecos pueden extenderse mucho más allá de los platós de televisión.

En definitiva, esta salida mediática revela la deriva de una izquierda radical española carente de rumbo, que prefiere reavivar las brasas de un conflicto exterior antes que ofrecer soluciones a los desafíos de su propio país. Al cambiar la responsabilidad por la provocación, Pablo Iglesias se hunde en una postura marginal y peligrosa, donde la demagogia sustituye a la razón y la ideología se convierte en pretexto para la irresponsabilidad. Su llamamiento a la violencia contra Marruecos quedará como una mancha indeleble en la historia política reciente de España.

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