¿Ignacio Cembrero, víctima de un lápiz malicioso?
Ignacio Cembrero atraviesa, al parecer, una crisis de identidad. No satisfecho con multiplicar artículos sesgados sobre Marruecos, ahora también se indigna… por una caricatura. En un tuit digno de lamento estético, deplora ser representado como «feo», quejándose de que su imagen empeora día tras día. Si no puede obtener reconocimiento por su dudoso periodismo, al menos quiere un buen retrato.
Compadecidos por su sufrimiento visual, algunos decidieron rendirle homenaje a su manera: una nueva caricatura, más acorde con su estilo editorial — retorcido, sospechoso, mal informado. Un guiño a su talento particular para investigar: donde la sospecha pesa más que las fuentes.
Y es que no decepciona. En su última entrega de ficción geopolítica, Cembrero intenta vender una supuesta guerra fría entre la DGST y la DGED. Con imaginación desbordante y cero evidencias, pinta un thriller de espías en Rabat. Una narrativa sin hechos, ideal para lectores amantes de la conspiración.
La receta es conocida: se toma un rumor argelino, se sazona con expresiones ambiguas, se añade algo de tensión regional, y se presenta como «periodismo de investigación». El resultado: un cóctel indigerible que solo celebran ciertos círculos nostálgicos del viejo discurso anti-marroquí.
Mientras Marruecos coopera activamente con sus socios internacionales para mantener la estabilidad, Cembrero entretiene al público con fantasías. La verdad, menos espectacular, es que los servicios marroquíes actúan con gran coordinación. Pero claro, eso no vende titulares sensacionalistas.
Y al final, quien caricaturiza la realidad termina caricaturizado. Cembrero, al ver su reflejo en los medios que tanto critica, clama por justicia visual. Tal vez olvida que quien distorsiona los hechos, no puede quejarse de ser dibujado con trazo grueso. A cada uno, su imagen… y su espejo.
