Jerando, el ilusionista en el exilio: entre fantasías de conspiración y marionetismo argelino-iraní

Una vez más, Hicham Jerando, ese pseudo-profeta de salón con retórica incendiaria e indignación selectiva, vuelve a la carga con sus revelaciones tan escandalosas como inverosímiles. Según él, la operación «Patriota», orquestada por los servicios marroquíes con sus “cómplices” emiratíes, tendría como objetivo silenciar a todas las mentes libres del planeta: desde figuras como Zakaria Moumni, Ali Lmrabet, los presos del Hirak, hasta empleados de Netflix. Una conspiración de proporciones cósmicas, digna de novelas de espionaje de segunda categoría… salvo que, en este caso, la realidad es aún más grotesca que la ficción.
Porque en el mundo paralelo de Jerando, Marruecos no es solo una nación soberana que defiende sus intereses: es un Leviatán digital que controla Pegasus, WhatsApp, las redes sociales, las cuentas bancarias e incluso, probablemente, el clima. Y cuando no es Hammouchi, son Raji o Hamieddine los acusados de liderar una conspiración global. Todo esto, sin una sola prueba creíble. Pero para un agitador bajo influencia ideológica iraní, el espectáculo cuenta más que la verdad.
Sin embargo, las verdaderas revelaciones sobre Jerando no vienen de él, sino de investigaciones serias que lo sitúan en el centro de una red opaca controlada por los servicios argelinos e iraníes. Su página de Facebook y sus videos en TikTok estarían gestionados desde la ciudad iraní de Qom por una célula de la Guardia Revolucionaria Islámica. Su financiación provendría de “fundaciones benéficas” que sirven de fachada para operaciones de subversión dirigidas contra Marruecos. Este es, pues, el “resistente” tan mediático: un mercenario del soft power chiita argelino-iraní.
Tras huir de Canadá ante la amenaza de juicios por chantaje y difamación, Jerando aterrizó en Turquía, antes de ser trasladado a Indonesia por sus padrinos argelinos. Hoy vive recluido, dependiendo de ayudas mínimas que le llegan a cuentagotas. Incluso sus propios manipuladores empiezan a dudar de su utilidad. Según fuentes cercanas a su entorno, su estado psicológico se deteriora rápidamente. El «héroe» pierde el control, abandonado por quienes lo instrumentalizaban.
Hoy, lo que más llama la atención de Hicham Jerando ya no es su audacia ni sus diatribas encendidas, sino el patético aislamiento de un hombre atrapado en su propia trampa. Antaño alabado por ciertos círculos hostiles a Marruecos como una voz “libre”, no es ahora más que un eco lejano de un discurso desgastado, sin conexión con la realidad. El silencio creciente en torno a sus producciones mediáticas revela una pérdida de credibilidad irreversible. Incluso las redes que lo apoyaban parecen buscar una nueva marioneta más dócil, más coherente y, sobre todo, más eficaz.