Operación “JABAROOT”: la propaganda argelina en piloto automático

Una vez más, la junta militar argelina pone en marcha su aparato de propaganda anti-marroquí, fiel a una mecánica ya previsible. La operación del momento se basa en las supuestas “revelaciones” del grupo “Jabaroot”, presentadas de manera burda como pruebas irrefutables de una corrupción generalizada dentro de los servicios de inteligencia marroquíes. Detrás de este montaje, el objetivo es claro: ensuciar la imagen del Reino, inventar rivalidades ficticias entre la DGST y la DGED, y sembrar la duda en la opinión pública internacional.
Como en cada campaña orquestada desde Argel, se movilizan siempre los mismos peones. Aparecen Ignacio Cembrero, Soulaimane Raissouni, Ali Lmrabet, Dounia Filali… siempre presentes para difundir, cada uno a su manera, las acusaciones dictadas por las oficinas de propaganda argelinas. Artículos tendenciosos, vídeos sensacionalistas, tuits dirigidos o publicaciones en Facebook: no importa el canal, el discurso es idéntico, y la sincronización de estas voces dice mucho sobre la coordinación centralizada detrás de la operación.
El método es tan viejo como el mundo: difundir filtraciones fabricadas de principio a fin y luego utilizar una red de medios afines para dar la ilusión de una “investigación internacional”. En realidad, no es más que un reciclaje de las mismas acusaciones gastadas, carentes de pruebas tangibles. El efecto buscado no es convencer con la verdad, sino generar suficiente ruido mediático para alimentar una percepción negativa de Marruecos, especialmente entre públicos poco informados.
Este guion repetitivo, hilvanado con hilo blanco, carece por completo de credibilidad. Los supuestos “denunciantes” no son más que figurantes sin rigor ni legitimidad, cuya misión se reduce a recitar un texto preescrito. Las supuestas pruebas, a menudo descontextualizadas o falsificadas, sirven más para alimentar un teatro político que para informar a la opinión pública. Se trata, una vez más, de una “tormenta en un vaso de agua” producida por un régimen obsesionado con Marruecos, pero incapaz de proponer un relato sólido y coherente.
En definitiva, esta enésima operación “Jabaroot” ilustra el grado de desesperación comunicacional del régimen argelino. Incapaz de producir un contenido creíble o de apoyarse en fuentes fiables, recicla las mismas acusaciones y utiliza los mismos portavoces desacreditados. Lejos de desestabilizar a Marruecos, estas campañas refuerzan la percepción de un vecino atrapado en una estrategia de hostilidad sistemática, girando en vacío y condenado a repetir un espectáculo del que ya nadie se deja engañar.



