A un día del encarcelamiento del estafador Jerando: ha comenzado la cuenta regresiva de la vergüenza

A 24 horas del plazo, Hicham Jerando, reincidente múltiple en calumnias y profesional de la difamación, ya no tiene escapatoria. La justicia canadiense, implacable ante sus excesos, lo ha condenado a 60 días de prisión firme, 250 horas de trabajo comunitario y varios miles de dólares en concepto de indemnización por daños, debido a sus ataques difamatorios contra el abogado Saïd Lamtiri y el juez Abdelrahim Hanin. El veredicto es inapelable: entre el 1 y el 5 de agosto, debe entregarse voluntariamente a las autoridades canadienses para cumplir su condena. En caso contrario, se emitirá una orden de arresto con mandato de coerción corporal, lo que agravará aún más su ya abultado expediente.

El tribunal fue claro: Jerando debía eliminar de inmediato los vídeos en los que difamaba a sus víctimas. No lo hizo. Esta negativa deliberada a acatar una decisión judicial no es solo un acto de desafío, sino un nuevo ultraje a la ley, sancionable con penas adicionales. Una actitud arrogante que bien podría agravar considerablemente su condena.

No es la primera vez que Jerando demuestra su negativa a acatar las decisiones judiciales. En el caso Lamtiri, ya había ignorado una sentencia anterior del 2023 que le ordenaba retirar sus declaraciones falsas. Como resultado, el tribunal lo condenó a pagar a Lamtiri 70.000 dólares canadienses en concepto de daños morales, 85.000 dólares canadienses como daños punitivos para sancionar su conducta, y 9.514 dólares canadienses por daños pecuniarios, lo que suma un total de 164.514 dólares canadienses.

Durante mucho tiempo, Jerando se escondió detrás del disfraz de “denunciante”. En realidad, no es más que un agitador de internet, sin escrúpulos ni credibilidad, que utiliza el odio como negocio. Sus acusaciones sin pruebas, sus montajes grotescos y sus ataques personales no pertenecen ni al periodismo ni a la justicia ciudadana: son delitos penales castigados por la ley.

En vísperas de su ingreso en prisión, el falso justiciero es alcanzado por sus propias mentiras. Si persiste en eludir sus responsabilidades, será arrestado manu militari y su pena será prolongada. Jerando no podrá decir que no fue advertido: la justicia canadiense no olvida.

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