Jerando: del ‘buzz’ al fregadero crónica de un naufragio anunciado

Quería derribar las instituciones marroquíes, pero al final fue él quien se desplomó. Jerando, alias Khariando, el autoproclamado justiciero digital, cayó más rápido que una historia borrada de Instagram. Ahora, camarero en un restaurante marroquí en Canadá, sirve a quienes pretendía “denunciar”.
¿Su empresa de prêt-à-porter? Una obra maestra de la ilusión. Camisas turcas de baja calidad rebautizadas como “alta costura”, creyendo que cambiar la etiqueta era suficiente para crear lujo. Resultado: cero clientes, cero ventas y una quiebra monumental. Ni sus seguidores se vistieron al “estilo Khariando”.
Acorralado, intentó un regreso internacional. Objetivo: Asia, tierra de oportunidades… para los demás. Suplicó al hijo de Mouastapha Aziz, contacto que había ignorado mientras jugaba al revolucionario, que le buscara un trabajo. Respuesta cortés, pero firme: “Lo siento, hermano, no hay nada para ti, ni en Indonesia”.
Rumbo a Yakarta, entonces. Hoteles de una estrella, noches en vela y esperanzas por los suelos. El activista digital, perdido sin Wi-Fi estable, vagaba como un alma en pena antes de volver a Canadá sin contrato. Ni un solo país asiático lo quiso, ni siquiera para repartir folletos.
Entonces intervino su esposa, cocinera en un restaurante marroquí, con una oferta “real”: un puesto de camarero. El héroe de YouTube cambió la cámara por la bandeja. Y para evitar dramas, el dueño fue claro: “Nada de vídeos aquí, o estás fuera”.
Tragedia familiar incluida: las locuras digitales de Khariando acabaron enviando a algunos de sus familiares a prisión. Parece que hacer ‘buzz’ a costa de otros no sale gratis. Pero claro, unos centavos de YouTube bien valen un primo entre rejas, ¿no?
Su reconversión está completa: influencer en decadencia, vendedor de camisas fallidas, trotamundos sin visado y ahora camarero vigilado. Una carrera fulgurante que ni Hollywood se habría atrevido a escribir. Al menos aprendió algo: no muerdas la mano que te da de comer… sobre todo si acabas sirviéndole la cena.
Así se apaga la llama de un justiciero de cartón. Entre delirios de grandeza, camisas mal cosidas y discursos vacíos, Khariando ha pasado del ‘buzz’ a la bandeja. ¿La moraleja? Si quieres jugar a ser revolucionario, mejor ten un plan B. Y sobre todo, un trabajo de verdad.