Washington se distancia de Argelia: «El MAK y Rachad no constituyen una amenaza terrorista»

Aunque Argelia y Estados Unidos han reforzado su cooperación en la lucha contra el terrorismo en 2023, las prácticas del régimen argelino generan fuertes críticas a nivel internacional. Más allá de los esfuerzos de seguridad mostrados, se perfila una política de represión interna y un aislamiento diplomático creciente, mientras que Argelia parece utilizar la lucha contra el terrorismo como un pretexto para sofocar cualquier forma de oposición y disidencia.


Recientemente, Argelia ha intensificado sus operaciones antiterroristas, anunciando arrestos de presuntos terroristas y la destrucción de escondites de armas. Si bien estas acciones han permitido contener, en cierta medida, a grupos como Al Qaeda en el Magreb Islámico y el Estado Islámico en Argelia, no ocultan el flagrante fracaso del régimen para erradicar las raíces del terrorismo, especialmente en las zonas fronterizas. El aumento de las amenazas provenientes de sus vecinos del sur, como Mali y Níger, demuestra la incapacidad de Argelia para asegurar eficazmente sus fronteras, dejando al país vulnerable a infiltraciones terroristas y redes criminales transnacionales.


Sin embargo, lo que más críticas genera es la controvertida decisión de mantener al Movimiento para la Autodeterminación de la Cabilia (MAK) y al movimiento Rachad en su lista de organizaciones terroristas. Esta postura, denunciada por el Departamento de Estado de EE.UU., responde más a una represión política que a una verdadera estrategia antiterrorista. Según Washington, ninguno de los dos grupos ha cometido actos terroristas conforme a las definiciones internacionales. Lejos de responder a imperativos de seguridad, estas designaciones parecen estar destinadas a silenciar las oposiciones internas y justificar una campaña de represión contra activistas políticos y críticos del régimen.


Además, las autoridades argelinas han sido señaladas por su uso abusivo de las leyes antiterroristas para limitar las libertades fundamentales. Observadores, incluidos órganos de la ONU, acusan al régimen de utilizar estas leyes para sofocar cualquier disidencia y marginalizar voces opositoras, confirmando así la deriva autoritaria del país.


En el ámbito diplomático, Argelia persiste en su política de confrontación con Marruecos, en detrimento de los esfuerzos colectivos necesarios para hacer frente a las amenazas regionales. Al apoyar movimientos separatistas como el Polisario y mantener una retórica hostil hacia Rabat, Argel se aísla aún más, socavando las iniciativas de cooperación bilateral y regional en la lucha contra el terrorismo.

Peor aún, la acogida por parte de Argelia de una oficina del Partido Nacional Rifano parece un intento provocador de debilitar a Marruecos, añadiendo una nueva capa de tensiones innecesarias en la región.
En última instancia, Argelia da la imagen de un régimen más preocupado por consolidar su poder que por la seguridad de sus ciudadanos. Su instrumentalización de los temas de seguridad, combinada con una diplomacia agresiva y un desprecio por las libertades fundamentales, no solo debilita su posición en la escena internacional, sino también la estabilidad de toda la región.

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