Lmrabet, entre delirio conspirativo y sabotaje mediático

En un nuevo intento de distracción, el renegado Ali Lmrabet ha difundido un video con el que busca desviar la atención del público sobre las graves revelaciones contenidas en los audios publicados recientemente por el youtuber Youssef Zerouali. Estas grabaciones comprometen a individuos que expresan intenciones golpistas contra el Estado y emiten declaraciones subversivas contra figuras clave del aparato de seguridad, en particular el director general del polo DGSN/DGST. Fiel a su papel de portavoz de una agenda hostil, Lmrabet ignora completamente estos hechos, prefiriendo, como siempre, desviar el debate hacia teorías descabelladas.

En su intervención confusa, repite la retórica bien conocida de Hicham Jerando, intentando hacer creer en un supuesto conflicto entre los dos grandes servicios de inteligencia del Reino, la DGST y la DGED. Para respaldar esta afirmación, menciona una supuesta campaña de difamación lanzada por el sitio Barlamane —al que sin pruebas señala como «portavoz mediático de la DGST»— contra el director de la DGED, Yassine El Mansouri. Sin embargo, nunca aporta pruebas, pasajes ni artículos que confirmen sus insinuaciones. Esta táctica responde a una estrategia bien calculada: afirmar, insinuar, pero nunca demostrar.

Llevando la desinformación al extremo, afirma que el semanario L’Observateur du Maroc et d’Afrique, que califica de órgano mediático de la DGED, habría abogado por una tregua entre los dos servicios. Una lectura honesta del artículo en cuestión revela, al contrario, un llamado a la unidad frente a las campañas malintencionadas que atacan de manera coordinada tanto a Abdellatif Hammouchi como a Yassine El Mansouri.

La imaginación de Lmrabet parece no tener límites. Incluso inventa relatos inverosímiles: según él, la cuenta de Telegram «Jabaroot», que filtró información comprometedora sobre varias figuras estatales, incluido el jefe de la DGED, sería una operación orquestada desde dentro del Reino para dañar a esta institución. Se atreve incluso a afirmar que el escándalo “Maroc-Gate” habría sido manipulado desde Marruecos para desacreditar a Yassine Mansouri. Estas fantasías rozan el delirio y reflejan una clara intención de dañar, al servicio de narrativas dictadas por agendas extranjeras.

Este nuevo episodio se inscribe en una serie de maniobras destinadas a socavar la confianza del pueblo marroquí en sus instituciones de seguridad. Ali Lmrabet, al retomar los delirios conspirativos de Jerando, se posiciona como un vector de desinformación al servicio de intereses ajenos al interés nacional. Ha llegado el momento de denunciar claramente estas derivas nocivas y de recordar que la cohesión de las instituciones marroquíes sigue siendo una línea roja que nadie puede cruzar impunemente.

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