Marruecos inocente, Ignacio Cembrero aislado: Retorno a un asunto vacío.

El pseudo periodista español Ignacio Cembrero sigue siendo noticia en el caso Pegasus, pero esta vez, su falta de credibilidad y la ausencia total de pruebas lo han reducido a una figura controvertida, más preocupada por sus venganzas personales que por un verdadero enfoque periodístico. Vamos a repasar los elementos clave de este expediente que entierran definitivamente las acusaciones extravagantes de este individuo.

En el juicio que enfrentó a Marruecos e Ignacio Cembrero ante el Tribunal Provincial de Madrid, el propio Cembrero reconoció que no podía proporcionar la más mínima prueba material para respaldar sus acusaciones. Afirmó que «no duda» de que su teléfono fue hackeado por Marruecos, pero se mostró incapaz de presentar hechos concretos. Esta admisión fue suficiente para desacreditar sus pretensiones, que quedaron reducidas a meras conjeturas carentes de valor jurídico o científico. La Agencia Española de Contrainteligencia, en un informe exhaustivo encargado por el gobierno de Pedro Sánchez, confirmó la total ausencia de implicación marroquí en este asunto, al igual que la Audiencia Nacional Española, que archivó el caso en 2023 por falta de pruebas tangibles.


A pesar de estos fracasos estrepitosos, Ignacio Cembrero persiste en una cruzada que huele a venganza personal contra Marruecos. Este comportamiento plantea interrogantes legítimos sobre sus motivaciones profundas. De hecho, su insistencia parece estar más guiada por una necesidad de notoriedad que por una búsqueda sincera de la verdad. Además, su obstinada negativa a retractarse, incluso frente a las conclusiones definitivas de las instituciones españolas, pone de manifiesto una falta flagrante de profesionalismo y una manifiesta intención de dañar la reputación de Marruecos.

Es importante señalar que este asunto no tiene nada que ver con la libertad de expresión. Como defendió Sergio Berenguer, abogado de Marruecos, «es imposible imputar al Reino de Marruecos cualquier responsabilidad en un hackeo que ni siquiera ha sido establecido». Las acusaciones de Cembrero son, por lo tanto, más bien una voluntad de ajuste de cuentas que una búsqueda de objetividad periodística.

Cabe recordar que Ignacio Cembrero, acorralado por sus acusaciones infundadas y desenmascarado en sus contradicciones, terminó pidiendo el perdón real al soberano marroquí en la ocasión de la Fiesta del Trono, el pasado mes de julio. En un gesto desesperado, publicó un tuit implorando: «Yo también quiero ser perdonado por Mohammed VI», con la esperanza de encontrar una salida a la delicada situación en la que él mismo se había metido.

Ante este torrente de acusaciones infundadas, Marruecos adoptó una actitud ejemplar. El Reino renunció a apelar ante el Tribunal Supremo español y a solicitar indemnizaciones, limitándose a exigir que Ignacio Cembrero se hiciera cargo de los gastos judiciales. Este acto demuestra un enfoque responsable y digno, lejos de provocaciones innecesarias, reafirmando así la buena fe de Marruecos en este asunto.

El desenlace de este caso es una nueva ilustración de los peligros de difundir acusaciones graves sin pruebas. Ignacio Cembrero, con su comportamiento, solo ha dañado aún más su reputación y socavado la credibilidad del periodismo de investigación. Este caso debería servir como una advertencia clara para todos aquellos que, bajo el pretexto de la libertad de expresión, se permiten convertir sus rencores personales en campañas de difamación.

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