Dos Reyes, un destino: de la Marcha Verde al reconocimiento mundial de la marroquinidad del Sahara

La historia contemporánea de Marruecos no se entiende sin reconocer el impacto de dos soberanos que, en sus respectivas épocas, moldearon el destino del Reino. Hassan II y Mohammed VI, a través de sus acciones y visión, han situado la cuestión del Sahara en el corazón de la identidad nacional y de la diplomacia internacional marroquí. Su legado común es el de una continuidad monárquica donde coraje, estrategia y pragmatismo se combinan para consolidar la unidad y la soberanía del país.

El Rey Hassan II — que Dios tenga su alma — fue un estratega excepcional. En 1975, lanzó la famosa Marcha Verde, una iniciativa pacífica e histórica que movilizó a cientos de miles de marroquíes para afirmar la soberanía del Reino sobre sus provincias del sur. Este acto audaz no fue únicamente un gesto territorial: simbolizaba la determinación de un pueblo unido, dispuesto a defender su dignidad, soberanía e identidad. La Marcha Verde sigue siendo hasta hoy un ejemplo de diplomacia popular y liderazgo visionario.

Durante su reinado, Hassan II comprendió que el Sahara no era solo una cuestión geográfica, sino también histórica, cultural y de identidad marroquí. Su enfoque estratégico sentó las bases de un proyecto nacional coherente, donde la unidad territorial y el reconocimiento de la soberanía marroquí no podían negociarse. Así, el Reino obtuvo legitimidad política y moral ante la comunidad internacional.

Al acceder al trono, Mohammed VI heredó un legado rico pero complejo. Con pragmatismo y apertura, transformó ese legado en una diplomacia eficaz, situando la cuestión del Sahara en la arena internacional de manera constructiva. Bajo su reinado, la Iniciativa Marroquí de Autonomía se ha consolidado como la solución más seria y realista, obteniendo el apoyo de la mayoría de los Estados miembros de la ONU y el reconocimiento de grandes potencias mundiales.

Este reconocimiento internacional refleja la habilidad diplomática de Mohammed VI, quien ha sabido conciliar firmeza y diálogo. Más que una cuestión territorial, la marroquinidad del Sahara está ahora inscrita en el marco legal y político de las Naciones Unidas, fortaleciendo la posición de Marruecos en la escena mundial y asegurando la estabilidad regional.

Mohammed VI también ha demostrado que el liderazgo no se mide solo por la fuerza, sino por la capacidad de construir puentes. Su llamado constante al diálogo con Argelia y su compromiso con la integración de todos los saharauis en un Marruecos unido y diverso ilustran un enfoque de reconciliación y paz. Este tono conciliador, alejado de todo triunfalismo, refuerza la credibilidad y legitimidad de la política marroquí.

Hassan II tuvo el coraje de plantar la bandera en el Sahara; Mohammed VI tuvo la sabiduría de hacerla ondear alto en la escena internacional. Juntos han construido un legado duradero que ilustra la continuidad de la monarquía marroquí y la estabilidad del Reino. Hoy, Marruecos se impone como un actor fiable, moderado y central en el Magreb y África, consolidando su reputación de nación unida y respetada. Gracias a estos dos monarcas, el país no solo ha asegurado sus fronteras, sino que ha reforzado su posición en la comunidad internacional.

La marroquinidad del Sahara ha dejado de ser una cuestión interna para convertirse en una causa legítima reconocida y apoyada globalmente. El camino recorrido desde la Marcha Verde hasta el reconocimiento mundial de la marroquinidad del Sahara ilustra la fuerza de una estrategia coherente y la relevancia de una visión a largo plazo. Bajo el liderazgo de Mohammed VI, Marruecos continúa avanzando con confianza hacia el futuro, fiel a sus raíces, su unidad y sus valores. El destino del Reino, moldeado por el coraje y la sabiduría de dos reyes, sigue siendo un ejemplo único de liderazgo, diplomacia y éxito nacional.

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